Este artículo encontrado en ecoportar me ha parece interesante compartirlo, en especial para aportar otra mirada al conflicto que nos concierne en estos tiempos a los argentinos.
Por Lic. Sergio Dalbessio
El Desarrollo Rural Sostenible, conflictos ecológicos distributivos y retenciones ambientales 27-06-08, Por Dr. Ing. Agr. Walter Alberto Pengue *
La única manera de resolver el serio conflicto de la tierra en la Argentina es avanzar hacia un proceso de reforma agraria integral donde la misma sea gestionada según sus fines por los agricultores propendiendo a un proceso de producción en manos de la agricultura familiar que fomente e impulse a la soberanía alimentaria.
“Hay demasiado sufrimiento y dolor por el uso desmedido de quienes poseen los bienes. Hablamos entonces de injusticias, de familias sin alimento y sin lo necesario para una vida digna, lo que no se resuelve con decir: “Esto ha existido siempre”. Sí, ha existido siempre y existirá, si los hombres no cambiamos radicalmente la vida”.
Monseñor Enrique Ángel Angelelli, 1970.
El Desarrollo Rural Sostenible, conflictos ecológicos distributivos y retenciones ambientales 27-06-08, Por Dr. Ing. Agr. Walter Alberto Pengue *
La única manera de resolver el serio conflicto de la tierra en la Argentina es avanzar hacia un proceso de reforma agraria integral donde la misma sea gestionada según sus fines por los agricultores propendiendo a un proceso de producción en manos de la agricultura familiar que fomente e impulse a la soberanía alimentaria.
“Hay demasiado sufrimiento y dolor por el uso desmedido de quienes poseen los bienes. Hablamos entonces de injusticias, de familias sin alimento y sin lo necesario para una vida digna, lo que no se resuelve con decir: “Esto ha existido siempre”. Sí, ha existido siempre y existirá, si los hombres no cambiamos radicalmente la vida”.
Monseñor Enrique Ángel Angelelli, 1970.
Argentina, un país, un rumbo…
Hablar de desarrollo rural, en el marco de un país que de cara a su Bicentenario, aun pervive en el camino de los países subdesarrollados y se muestra bastante alejado incluso de aquellas economías que con similares tiempos de nacimiento, hoy muestran destinos diferentes y logros socioeconómicos consolidados, es una cuestión compleja y a su vez un interesante ejercicio, un desafío y una obligación para quienes sienten al sector como una parte indelegable de un país que viviendo de lo rural, generalmente miró sesgadamente todo el proceso, hasta hace pocos meses.
Objetivando la cuestión directamente en el desarrollo rural, es increíble que aun luego de una historia agrícola de prácticamente cien años, la Argentina permanezca, después de algunos avances y retrocesos, en un periodo de primarizacion que le mantiene en la recurrencia de crecimientos permanentes pero sin un desarrollo integrador ni integrado.
La discusión campo gobierno, enmarcada por el exclusivo interés sectorial (desde ambos lados), sobre la apropiación de la renta ambiental del país, demuestra solamente lo limitado y escaso escenario de análisis del largo plazo.
Es claro que cuando existe una explotación de un recurso natural, que por su uso implique un proceso de transformación importante, en algunos casos hasta sobreexplotación, que cuando este bien es transformado e incluso forma parte de un proceso de apropiación en el mercado internacional, que genera una renta ambiental importante y por otro lado rentas extraordinarias coyunturales (que veces impulsan los procesos de degradación) es un derecho y un deber de Estado tomar debida cuenta de todo el proceso y promover una recuperación del bien ambiental vía los mecanismos apropiados para hacerlo y aprovecharlos en el propio beneficio de la región involucrada.
Conflictos ecológicos distributivos y retenciones ambientales
Argentina es un país rico con una buena parte de su población pauperizada y una concentración de la riqueza, que a pesar de discursos distributivos, no se plasma en la mejora del bienestar general.
La discusión original del problema ambiental reside en una lucha por la apropiación de la renta proveniente de los recursos naturales (generalmente hasta su agotamiento) tanto por sectores foráneos como por quienes históricamente han concentrado y acumulado poder desde dentro.
Los conflictos ecológicos distributivos emergen de la discusión con que los diferentes actores sociales se relacionan con el mundo natural y con sus propias formas de vida referidas en general a bienes en disputa o a la afectación de ciertos sectores por otros, derivados de un mal uso de estos. Otro aspecto vinculado puede tener relación con las formas en que se distribuyen las externalidades (los impactos no calculados en las cuentas de costos y ganancias), producidas por el sistema económico, la colocación de estos pasivos ambientales, el poder para hacerlo y las metodologías para su valorización, si esto fuera posible y aceptable. Una cuestión vinculada tendrá relación con, por un lado el acceso y por el otro, los “derechos” públicos, privados o colectivos.
Una cuestión importante en el tema de los conflictos tendrá que ver con el nuevo orden internacional que ha reasignado un uso específico a los recursos naturales (por ejemplo, alimentos o energía) y que por tanto fomenta una reapropiación y explotación de la naturaleza en la era de la globalización criticando que esta resolución no se podrá hacer bajo la única lógica del mercado cuando existen innumerables inconmensurabilidades que no se resuelven ni resolverán desde el mercado o con “más mercado”.
En definitiva, los conflictos ecológicos distributivos resultan de tensiones existentes en el proceso de reproducción de ciertos modelos de desarrollo y su existencia además, aparece como restringida a especificidades espaciales o discusiones sobre algún tipo de recurso.
Hay muchos casos de conflicto social que apoyan la tesis de la existencia de un ecologismo de los pobres, es decir, el activismo de mujeres y hombres pobres amenazados por la pérdida de recursos y servicios ambientales que necesitan directamente para su supervivencia. Los lenguajes que usan pueden ser, por ejemplo, el de los derechos humanos, o los derechos territoriales indígenas o el lenguaje de los valores sagrados aunque ellos no sean miembros de la cofradía de la “ecología profunda” como enumera el economista ecológico Joan Martinez Alier. Cuantos agricultores y campesinos que hoy día luchan en la Argentina por la tierra, por el acceso al agua, por la protección de sus formas locales de producción y alimentos, si uno les dijese: tú eres ecologista... Te responderá, ecologista?, tu madre!… Sin embargo, son estos los actores que han estado desde siempre en la lucha por una justicia ambiental, por una defensa de la sostenibilidad de sus fuentes primarias o por la vida misma. Miles a lo largo y ancho de este mundo han dejado su vida en esta lucha. Ambiental o Social? Es igual, si en definitiva hablamos de lo mismo. Los zapatistas de hace un siglo, son los ecologistas populares de hoy, en palabras del etnoecólogo mexicano y latinoamericano, Víctor Toledo.
En el caso de Argentina la mayoría de estos conflictos se apoyan en la problemática derivada de la mala gestión de los recursos naturales…
El principal conflicto ambiental existente es, de hecho el conflicto por la tierra. De la no resolución del mismo derivan muchísimos otros problemas que en el país no se han resuelto. Al considerarse a la tierra un bien de renta, la cuestión reside en la discusión de la apropiación de sus beneficios y por tanto de quien detenta su propiedad. Para uno u otro fin. Son muchos los que consideran por otro lado, que la tierra no es meramente un recurso. La tierra es mucho más que eso, es un espacio de vida y una herramienta de transformación social como declaman desde hace mucho tiempo, miles de agricultores federados o no y otros movimientos campesinos e indígenas.
La cuestión de la extranjerización de la tierra y la concentración de la misma tienen en el país el mismo origen: la fuerza del capital. Incluso si la tierra se comprara con fines conservacionistas la cuestión no se resolvería. Sólo lograríamos más espacios para que señores feudales decidan quién entra y quién no en sus cotos o bien con mejores intenciones que estas, no sería suficiente para una gestión sostenible del recurso.
La única manera de resolver el serio conflicto de la tierra en la Argentina es avanzar hacia un proceso de reforma agraria integral donde la misma sea gestionada según sus fines por los agricultores propendiendo a un proceso de producción en manos de la agricultura familiar que fomente e impulse a la soberanía alimentaria. Pensar que la inserción del país en el comercio global dará solución a estos problemas es sencillamente una falacia imposible de sostener, cuando estamos viendo con claridad el destino y la forma en que se maneja la producción nacional.
Hoy en día la sobreexplotación del recurso es la moneda de cambio con la que se paga esta intensificación direccionada. El resultado es la deforestación que en la Argentina alcanza una tasa superior a las 250.000 hectáreas distribuidas en el Chaco Seco, Húmedo, las Yungas incluso los relictos del caldenal pampeano. El modelo de agroenergéticos o agrocombustibles presionara aun mas sobre prácticamente 3.000.000 nuevos millones de hectáreas de tierras marginales, a las que se entra solo con tecnología e insumos.
Los problemas de degradación y erosión comienzan a manifestarse nuevamente a pesar, de la existencia de nuevas prácticas agrícolas como la siembra directa, que aplicadas en condiciones de monocultura o con rotaciones ineficientes desde el punto de vista agronómico no resuelven el problema de la erosión y por supuesto pueden incrementar otros, como el incremento de la contaminación química.
La pérdida de biodiversidad es un fenómeno creciente que amenaza a la mayoría de las ecoregiones argentinas. La biodiversidad es una propiedad de los ecosistemas y de las sociedades que es necesario preservar y utilizar en su beneficio conjunto.
Los problemas de contaminación de los acuíferos, son un tema de preocupación especialmente en un país donde la intensificación de la agricultura industrial es un hecho exitoso, justamente porque no incluye ni paga ninguno de los costos ambientales y sociales que genera.
El acceso a las fuentes de agua y su utilización es otro problemática importante en tanto y en cuanto, unos capitales las quieren apropiar para si y para su disfrute privado (nacientes de ríos patagónicos, humedales) o bien para utilizar los cuerpos de agua como receptores de contaminación, como el caso de las pasteras. Ambos conflictos han generado una fuerte respuesta social que superó y de alguna manera enseña caminos a funcionarios y técnicos.
La sobreexplotación de los recursos forestales y la pesca, genera conflictos socioambientales en distintas regiones del país por efecto generado por la desaparición del recurso, la contaminación del ambiente, efectos a la salud y el empleo.
La contaminación agroquímica en pueblos y ciudades nuevamente es un factor que hecho que varias comunidades se organizaran incluso por encima de sus decisores políticos, que por error u omisión u otros intereses menos santos, miran para otro lado.
Peor aún es la contaminación y depredación provocada por las minas a cielo abierto que nuevamente tienen a las asambleas y actores sociales como emergentes reaccionarios de este nuevo ecologismo de los pobres y los no tan pobres.
La extracción de recursos minerales, prácticamente subsidiados por legislaciones que atentan contra el país, lo mismo que las formas de producción y explotación de otros recursos no renovables como el petróleo o el gas, ameritan una profundización de los análisis y conocimiento de los temas por parte del Estado.
Evidentemente que estas cuestiones no se resuelven con más comercio. Sino, solamente con más justicia y democracia.
Por supuesto que los recursos naturales con que nació al mundo esta Argentina (tierra de la plata, tierra de la riqueza) están para ser aprovechados en beneficio de todos y no sólo de unos pocos.
Todos los casos mencionados implican una importante renta ambiental, hasta hoy día pobremente estudiada y menos aún considerada en las cuentas y los cálculos de los economistas. Estos cálculos no sólo se sostienen por balances monetarios, sino por cuentas de mejoras o pérdidas del bien ambiental y en definitiva del sustrato o la base de recursos de estos bienes que detenta el país.
Es sobre esta ambiental, sobre el usufructo de un recurso que trasciende a la propiedad de un privado, sobre el que deberían calcularse las retenciones, y ser vistas no como un elemento único para apropiarse de una mejora coyuntural de precios internacionales, sino como un resarcimiento al país de la extracción del bien, de la remediación de parte de sus daños y, especialmente, muy especialmente, como una medida de restitución de fondos para el sostenimiento de un modelo productivo en el tiempo.
Para crecer y desarrollarse, es necesario producir. Y producir en muchos casos significa transformar. Esto involucra cambios importantes seguramente en el paisaje. Hoy en día este proceso sucede en forma desprolija y desordenada y peor aún sin ningún objetivo de desarrollo nacional. Argentina sólo crece…en los números de los saldos exportables de granos, minerales, petróleo y hasta biodiversidad (exportación de especies o productos y también en el tráfico ilegal de fauna).
Ninguno de los conflictos ambientales o sociales especialmente sobre la cuestión de la tierra o de los recursos ha sido resuelto. Es un momento de oportunidades, más allá de la coyuntura. Pensar en un ordenamiento del territorio, que no se realice sin la participación de todos los sectores generara solamente un resultado solo parcial, entonces netamente insuficiente. Seguiremos siendo así, productores de diagnósticos sobre un problema creciente, quizás el problema mas grande de Argentina: Como crece el país, el que más allá de todo, lo seguirá haciendo de la mano y transformación racional de sus recursos.
Por Lic. Sergio Dalbessio
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